Con la popularidad de los gobiernos de izquierda, no solo en latino américa, sino en gobiernos de Estados Unidos y España, el odio de clases ha sido el mensaje de campaña que ha trascendido a decisiones políticas durante los gobiernos electos, traducidas en reformas tributarias en Colombia, destrucción de empresas en Venezuela, incorporación de leyes pro-lucha de clases en España, o proteccionismo a la pobreza en Estados Unidos.

Esa decisión de impugnar por el odio de clases, ha dividido a millones entre ricos y pobres, el odio a la riqueza y la lucha contra la pobreza. Las empresas son vistas, ya no como motores de desarrollo en muchos países, sino como objetivos de impuestos, restricciones y leyes que frenan el crecimiento de estas.

El problema de muchos no es con la pobreza, su problema es con los que generan riqueza. No se soporta que hombres como Elon Musk en Estados Unidos, o Daneidy Barrera, conocida como la «Epa Colombia», hayan construido una fortuna en poco tiempo. No soportan que hayan pasado de vender dulces a ser empresarios con ingresos multimillonarios, o que un joven cualquiera de origen humilde como la «Liendra», hoy sea un influencer de las redes sociales, con carros de lujo, mansiones y distintas posesiones suntuosas.

En cuanto a nuestros líderes, hoy es visto en sectores políticos y de la sociedad, una campaña de demonización a los ricos, terminan generando toda clase de odios y estigmatizaciones por todo lo que huela a clase media y alta. Pero la libertad a demostrado la capacidad de generar riqueza, de generar empleo y prosperidad, que la gente salga de la pobreza. Esta libertad ha permitido los grandes ingresos por impuestos que mueven gigantescos programas sociales y burocráticos que terminan desangrando a los países.

Ahora vemos como los discursos de Chávez y Maduro se acoplan a esta ideología de odio de clases, cuando el «exprópiese» era una frase aplaudida por muchos motivados por el odio al que poseía empresas, grandez riquezas o miles de empleados bajo su mando.

Vamos en Colombia, el gobierno de Gustavo Petro, se volcó a destruir en pocas semanas una industria petrolera que le generaba más del 70% de las exportaciones al mundo, alentado por un odio hacia los ricos que dividió el país.

Hay gente que confunde la riqueza con privilegios. Privilegiados son aquellos que lideran gobiernos de izquierda en medio de lujos pero mantienen a su población sumida en la pobreza. Privilegiados que viven del estado con subsidios, puestos o corrupción, en vez de generar riqueza a sus ciudades. Privilegiados los políticos, burócratas y corruptos, que con el dinero público de todos los ciudadanos, terminan arruinando el surgimiento de ricos.

El reto no es combatir la pobreza, es crear oportunidades de libertad para que las personas creen empresas, inventen productos, cambien el mundo con nuevas ideas. Es promover el emprendimiento desde las escuelas, es reducir subsidios y crecer oportunidades de empleo, de aprendizaje, de innovación.

El Enemigo no son los ricos. El enemigo es la envidia, el rencor y el odio de clases. El enemigo es la falta de esfuerzo que se enseña desde las escuelas, que el Estado es responsable de su futuro y se merece lo que el otro tiene, solo por derecho propio.

El enemigo puede nacer en cualquiera de nosotros; cuando envidiamos el éxito de quien está a nuestro lado, el aumento de ingresos, el nuevo carro o la bella esposa. Debemos repensar nuestras sociedades, dejar atrás el discurso de ricos y pobres, de izquierda o derecha, y construir una sociedad, donde la LIBERTAD sea el nuevo faro moral de un mundo más justo.